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Algunas señales de riesgo de que algo no funciona adecuadamente pueden ser la apatía, el hermetismo y la falta de creatividad y motivación por otras actividades
El equipo de Innovación Educativa y Pensamiento Emocional de los Colegios Zola ha preparado este decálogo con pautas para favorecer la convivencia familiar, así como para utilizar la tecnología de forma saludable.
1. Fomentar la confianza y la empatía
- Fomentar un ambiente de confianza y empatía en el hogar para que los niños, niñas y adolescentes puedan expresar sus inquietudes y plantear su punto de vista. Entender su necesidades y acompañarles según su nivel de madurez, para que puedan acceder a contenidos seguros y aptos para su edad.
2. Predicar con el ejemplo
- Los menores suelen imitar los comportamientos que ven en sus padres y otras personas de referencia y no tendrán en cuenta nuestras pautas si no ven que actuamos con mesura y autocontrol con los dispositivos.
3. Informar de forma adecuada
- Transmitir seguridad y calma sobre el estado de salud de los adultos de su entorno, como por ejemplo los abuelos, informándoles de que saben protegerse y cuidarse. Aprovechar para dialogar más con nuestros hijos y buscar medidas de autocuidado y prevención que nos permitan trabajar en equipo.
4. Internet no lo es todo
- Reflexionar sobre cómo emplear el tiempo y la necesidad de compaginar con otras actividades, sin que Internet y “estar conectado” predominen sobre ellas. Conviene que den prioridad aquellas que fomenten sus relaciones sociales y su capacidad crítica. No distraerse y fijar objetivos: cuando se esté utilizando Internet para tareas escolares, es preferible que no usen las aplicaciones de mensajería ni las redes sociales ¡Sólo les servirán como distracción! Deben concentrarse en su objetivo.
5. Establecer rutinas
- Dar prioridad a las actividades diarias básicas: se deben respetar los horarios para dormir y comer así como para realizar las obligaciones domésticas. Aunque la situación sea excepcional, no debe servir de excusa para olvidar estas rutinas y dejarse llevar por el impulso no justificado de uso de Internet y dispositivos.
6. Todo a su hora: la tecnología también
- Gestionar adecuadamente el tiempo del uso de dispositivos electrónicos. Por ejemplo usando herramientas como pactos familiares, bonos de tiempo de juego, uso de control parental en los dispositivos, que permiten establecer normas y límites de uso, y facilitan el diálogo, permitiendo plantear dudas, preocupaciones e intereses. Se les puede ayudar a regular usando señales acústicas, herramientas de software o alguna app de control (Kids Place, Qustodio, Family Link).
7. Establecer «espacios libres de pantallas»
- Determinar con nuestros hijos espacios y momentos donde la tecnología no debe tener presencia, por ejemplo: durante la comida, que esté fuera de la habitación cuando ya es hora de ir a la cama (no dejarla junto a la cama durante la noche), etc.
8. Regular sus emociones
- Observar sus reacciones emocionales y fisiológicas durante la exposición a las pantallas. Debemos estar atentos a sus reacciones para ayudarles a ser conscientes de lo que están sintiendo y ayudarles a regularse. Si cuando están delante de la pantalla, advertís que se ponen muy nerviosos e irritables, que no son capaces de cortar la actividad o incluso manifiestan faltas de respeto debemos cortar la actividad y ayudarles a ver lo que les está provocando para poder recuperar la calma, a través de ejercicios de relajación o mindfulness, antes de continuar.
9. Poner unas reglas
- Repasar cada día las normas básicas de seguridad ante la pantalla. Es importante que establezcamos dos o tres reglas básicas con nuestros hijos y las trabajemos a diario. Por ejemplo, no compartir las contraseñas con nadie (incluidos amigos/as), no meternos en páginas desconocidas sin la supervisión de un adulto, pedir ayuda si se nos plantea un problema en internet, etc.
10. Acompañar en la «ciberconvivencia»
- Ante los nuevos escenarios virtuales y las nuevas situaciones sociales que están viviendo nuestros hijos, es importante recordarles que los valores sociales han de respetarse de la misma manera: respeto, asertividad, empatía… Por otro lado, podemos estar pendiente de posibles reacciones que nos indiquen alguna dificultad de “ciberconvivencia”: nerviosismo o negación ante videollamadas grupales, uso inadecuado de redes sociales, cambio de humor…
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