«Hay que ir al gimnasio emocional y sudar la camiseta». Este es uno de los consejos del fundador del Laboratorio de Emociones de la Universidad de Málaga y catedrático de Psicología, Pablo Fernández-Berrocal, para conseguir lo que él llama un corazón Inteligente.
Pablo Fernández-Berrocal es también uno de los referentes de la educación emocional en España. Además es coautor de más de 30 libros de inteligencia emocional, entre ellos ‘Corazones Inteligentes (2002)’, ‘Autocontrol emocional (2002)’, ‘Desarrolla tu Inteligencia Emocional (2004)’ y ‘Manual de Inteligencia Emocional (2007)’. Fue organizador del Primer Congreso Internacional de Inteligencia Emocional celebrado en Málaga y desde 2012 vicepresidente de la International Society for Emotional Intelligence.
Con él hablamos de corazones inteligentes, de gestión de las emociones en los centros educativos y de cómo entrenar la Inteligencia Emocional en casa. «Debemos escuchar nuestras emociones y no restarles importancia, ni minimizarlas», nos aconseja.
- Uno de tus primeros libros se titula, ‘Corazones Inteligentes’. ¿Cómo podemos conseguir un corazón inteligente?
Cuando escribimos el libro no estaba claro, solo teníamos una intuición. Sabíamos que existían diferentes estudios que afirmaban que los niños sí podían tener un corazón inteligente, pero con adultos el informe que lo confirma se publicó recientemente. Por lo tanto, ¿un adulto con 30-50 años puede mejorar? El metaanálisis que se ha publicado confirma que sí, que es posible, pero también señala que no vale cualquier tipo de entrenamiento.
Para que una persona consiga tener un corazón inteligente tiene que:
– Realizar un entrenamiento práctico, no puede basarse solo en leer libros.
– La formación tiene que durar en el tiempo, debe ser continuada, básicamente para toda la vida.
– Debe ser participativo, no podemos ser solo espectadores. Hay que ir al gimnasio emocional y sudar la camiseta, pero no solo un día.
– También requiere del feedback de un experto.
«Para lograr un corazón inteligente, hay que ir al gimnasio emocional y sudar la camiseta, pero no solo un día».
- ¿Qué características tiene un corazón inteligente?
Una persona con un corazón inteligente es aquella que, entre otras cosas, sabe escuchar sus emociones y las considera importantes. También valora y tiene en cuenta las emociones de otras personas. Porque las emociones no son justas o injustas son lo que son, tenemos que escucharlas ya que son un gran indicador de muchas de las cosas que nos ocurren en el día a día y que no comprendemos. Escuchar las emociones nos ayudará a su gestión.
- En los Colegios Zola desarrollamos desde hace más de 10 años un programa de Pensamiento Emocional, ¿crees que es importante trabajar las emociones en el aula?
Los beneficios de introducir la Inteligencia emocional en los centros educativos son enormes. En los años 90 no había una fundamentación, pero hoy en día, en el siglo XXI se sabe que es muy beneficiosa para la salud física y mental, las relaciones sociales, el control de la agresividad y la mejora del rendimiento académico. Hay estudios que confirman que desde Infantil hasta la Universidad, los chicos y chicas con más inteligencia emocional tienen mayor éxito académico.
- Hablamos de la gestión emocional en niños y adolescentes, pero ¿crees que es importante que los profesionales de la educación desarrollen también sus habilidades emocionales?
La profesión docente tiene muchísimos retos y, además, se encuentra entre las más estresantes. Siendo conscientes de estos datos, en la carrera docente, desde que se inicia la Universidad y hasta que se empieza a trabajar, no existe ninguna asignatura que enseñe a los futuros profesores cómo ayudar al alumnado a cuidar sus emociones y cómo cuidar las suyas propias. Algo que es fundamental, ya que una Inteligencia Emocional cuidada reduce los niveles de estrés, el desgaste profesional y la ansiedad, entre otras muchas cosas.
Creo que igual que se tiene en cuenta con los idiomas, los profesores deberían poder sacarse un B1 o un B2 en Inteligencia Emocional. Es importante que aprendan a gestionar y cuidar sus propias emociones, ya que los niños y jóvenes aprenden del ejemplo, de la imitación de familias y profesores.
«Una Inteligencia Emocional cuidada reduce los niveles de estrés, el desgaste profesional y la ansiedad, entre otras muchas cosas».
- ¿Qué consejos les darías a los docentes para su gestión de las emociones?
Mi primer consejo es que se escuchen para conocer qué está ocurriendo y por qué. También que sean proactivos. Si esperamos a que las cosas ocurran es probable que recibamos algo que para nosotros sea negativo. Por ejemplo, de forma proactiva podemos construir situaciones de tranquilidad y de alegría que compensen las emociones que surgen y no podemos controlar. No es lo mismo aprender a estar feliz que aprender a no estar triste.
- ¿Qué ventajas tienen aquellos niños y adolescentes que han crecido sabiendo qué es la educación emocional frente aquellos que no lo conocen?
Tendrán muchas más herramientas para enfrentarse a un mundo que aún no sabemos los retos que va a ponernos por delante. En el caso de los adolescentes, están surgiendo situaciones que antes no se habían dado y que resultan más complicadas de gestionar. Por ello, no podemos trabajar con ellos solo la parte cognitiva, que es en la que se centra nuestro sistema educativo. Por ejemplo, con las redes sociales ha cambiado la forma de relacionarse y hay un aumento del ciberbullying. Debemos reflexionar, también, como sociedad sobre los proyectos que tenemos para los jóvenes, necesitan tener una motivación, una ilusión.
«No es lo mismo aprender a estar feliz que aprender a no estar triste»
- Dentro de nuestro programa de pensamiento emocional, trabajamos una iniciativa que llamamos ’10 meses, 10 valores’. En este tercer trimestre nos centramos en la autoestima, trabajando valores como el amor y la honestidad. ¿Cuáles serían tus consejos o tus pautas para trabajar la autoestima en el aula?
Para abordar la autoestima primero tenemos que enseñarles a escucharse, a identificar cómo se sienten y a poner nombre a sus emociones. También es muy importante lograr una buena comunicación en el aula para que los alumnos expresen sus emociones con mayor facilidad. Hay que trabajar también la empatía y para ello es muy importante realizar actividades de grupo.
- Y las familias, ¿qué pueden hacer para ayudar a sus hijos a cuidar sus emociones?
Los padres también deben aprender a cuidar sus emociones porque los niños y niñas aprenden, principalmente, del ejemplo. Cuando un niño tiene un problema, es muy probable que derive de un problema que tiene en casa.
- ¿Qué es lo que más deberíamos cuidar en la actualidad, con los cambios que estamos viviendo?
Todos deberíamos aceptar nuestras emociones. Muchas veces los adultos intentamos ocultarlas y eso nos impide afrontarlas. También debemos evitar minimizar emociones como el miedo, la ansiedad o la tristeza que es normal que sintamos en estos momentos.
- Para terminar, ¿qué es un Laboratorio de Emociones? ¿Cómo surgió?
En el Laboratorio de Emociones diseñamos programas de intervención de Inteligencia Emocional y estudiamos su impacto. Trabajamos con niños, adolescentes y adultos y evaluamos los efectos de esos programas tanto en la persona, a título individual, como en su entorno: empresa, centro educativo, familia…
El Laboratorio nació en 1996 tras preguntarnos cómo podríamos mejorar las competencias emocionales en adultos. Cuando empezamos a diseñar entrenamientos para desarrollar la Inteligencia Emocional en adultos, nos encontramos con el problema de no saber si eran efectivos o no. Nuestro objetivo inicial siempre había sido el entrenamiento, la educación en emociones, pero nos dimos cuenta de que necesitábamos una especie de termómetro para saber si las personas mejoraban o no. De esta forma, comenzamos a desarrollar y a adaptar instrumentos para evaluar la Inteligencia Emocional.
Más tarde, consideramos la necesidad de trabajar con adolescentes ya que es un periodo crítico de la Inteligencia Emocional, y tampoco existían instrumentos para evaluar el cambio. Finalmente, también pensamos que era necesario comenzar los entrenamientos antes, así empezamos a trabajar con niños y niñas de 3 años.