Como complemento del Proyecto Neuromotor que desarrollamos en aula en la etapa infantil, hemos puesto en marcha actividades para el desarrollo neuromotor de nuestros “peques” también en la piscina.
Como sabemos el ejercicio físico siempre es beneficioso para nuestro cerebro, pero durante los primeros seis años de vida es aún más importante, ya que el sistema nervioso del niño está en pleno desarrollo. Las bases de un buen desarrollo se suceden en estos primeros años gracias, entre otros, a los hitos de desarrollo motor: volteo, arrastre, gateo, oseo, locomoción… todos ellos movimientos naturales que realiza el bebé durante el primer año pero que tienen una gran trascendencia en el desarrollo posterior del niño.
Estos movimientos facilitan las habilidades que posteriormente van a necesitar tanto para la lectoescritura como para habilidades cognitivas más complejas. Por esta razón, niños que no han ejercitado lo suficiente estos hitos de desarrollo tienen con mayor frecuencia dificultades académicas, ya que su cerebro no ha integrado y automatizado movimientos que necesitará en el futuro y que en ocasiones van acompañados de la permanencia de reflejos primitivos que dificultan la adquisición de nuevas habilidades también necesarias para esos procesos superiores.
Por ello hemos complementados las actividades que realizan en el aula neuromotor con ejercicios que siguen la misma estructura y repetición en la piscina. Todo ello en un ambiente lúdico que facilita el aprendizaje y dirigido por nuestro profesorado de Educación Física del Colegio Zola de las Rozas en Madrid.
Los ejercicios son los siguientes y se realizan en este orden siempre.
– El volteo favorece el control del eje corporal. Al girar nos movemos en contra de la gravedad y nuestros ojos ensayan el control de la mirada cuando estamos en movimiento.
– Durante el arrastre se conectan todos nuestros sistemas sensoriales, lo que favorece nuestro equilibrio y la percepción de la profundidad del espacio, muy relevante para el desarrollo visual.
– Al gatear se beneficia el proceso lectoescritor y la correcta lateralización de los niños ya que ojos y manos se coordinan tal y como lo harán cuando el niño escriba.
– Durante el oseo todo el peso del cuerpo pasa a las manos, lo que fortalece física y cognitivamente el movimiento de nuestras manos. Imprescindible para escribir.
– Andar con patrón cruzado, facilita el intercambio de información entre los dos hemisferios cerebrales, e integra el ritmo en un movimiento armónicos, simétrico y coordinado.
– Al realizar la braqueación descargamos todo el peso del cuerpo sobre los hombros y promovemos la expansión torácica, ayudamos a oxigenar el cuerpo y el cerebro, al mismo modo que trabajamos la presión manual para luego adquirir una buena sujeción del material de escritura.