Héctor Ruiz Martín: «Es importante cultivar en los alumnos la cultura del esfuerzo»

  • Este especialista en psicología cognitiva del aprendizaje, también señala que «el estudiante exitoso no sólo se autorregula, planificando, organizando y monitorizando su aprendizaje, sino que también lo hace a nivel emocional»

En esta entrevista con los Colegios Zola, Héctor Ruiz Martín, director de International Science Teaching Foundation, docente e investigador, nos habla sobre la situación actual y cómo puede afectar al sistema educativo y sobre innovación educativa. Desde 2002 ha fundado y desarrollado varios proyectos educativos para mejorar la educación tratando de empoderar a profesores y alumnos con recursos y metodologías basadas en la evidencia científica. Su pasión es construir puentes entre cómo las personas aprenden y la práctica educativa.

¿Qué cree que puede aprender el sistema educativo de la situación que estamos viviendo?
Creo que lo mismo que podríamos aprender en conjunto como sociedad: que no podemos esperar a que se produzcan los desastres para tomar medidas y estar preparados, si tenemos la capacidad de predecirlos, como la teníamos. Y no me refiero solo al caso concreto que nos ocupa (la pandemia de COVID-19), sino en general a cualquier reto que podemos divisar en el futuro. Pero imagino que los humanos somos así. No reaccionamos hasta que ya es tarde.


¿Considera que, cuando pase esta crisis, el sistema educativo cambiará en algún sentido?
No estoy seguro. Creo que la presente crisis nos está haciendo ver que quizás deberíamos haber aprovechado más las herramientas TIC que hemos tenido a nuestro alcance durante años, por ejemplo. Los docentes que lo hicieron, ahora no están teniendo mayores problemas para seguir sus clases (dentro de lo que la distancia permite, por supuesto), mientras que muchos de los que no lo hicieron están totalmente desbordados por la situación. ¿Que esto hará que los segundos se replanteen un mayor uso de las TIC? No lo sé, francamente.

«Deberíamos haber aprovechado más las herramientas TIC que hemos tenido a nuestro alcance durante años»


Un reciente artículo publicado en El País Semanal señala que la educación está viviendo un momento de «seducción» por la neurociencia, que «las nuevas propuestas pedagógicas utilizan los estudios neurocientíficos como un reclamo publicitario a sabiendas de que generan confianza y seguridad en el profesorado» y que algunos profesionales e investigadores están alertando de que estamos ante una nueva burbuja educativa. ¿Cuál es su opinión?
Creo que en estos momentos se están produciendo dos cosas a la vez en educación: la primera es otra burbuja (otra moda) como todas las que hemos vivido, y la segunda podría ser el inicio de un cambio de paradigma. En cuanto a la primera, en efecto, estoy de acuerdo, como la mayoría de investigadores, en que la neurociencia (neurobiología) no es la disciplina científica que puede contribuir más a la educación en estos momentos. Lo «neuro» nos fascina y eso lo saben bien los directores de márketing de muchas empresas y los gurús educativos. Pero los investigadores coincidimos en que las conclusiones basadas en el estudio biológico del cerebro no pueden transferirse al aula directamente (salvo pequeñas excepciones). Desgraciadamente, esta moda neuro está interfiriendo en lo que sí podría ser algo más beneficioso para la educación, esto es, la transferencia a la práctica educativa del conocimiento científico de otras áreas mucho más cercanas a la realidad del aula. Me refiero a la psicología cognitiva, entre otras. Es decir, tenemos la oportunidad de empezar a transferir conocimientos científicos sobre cómo ocurre el aprendizaje y sobre qué métodos son más efectivos en cada contexto, y contribuir así a apoyar las decisiones educativas sobre evidencias. Es lo que denominamos educación basada en la evidencia (o informada por la evidencia). Francamente, sería una lástima que esta oportunidad se perdiera por la desinformación que causan quienes venden productos «neuro».


Para innovar en educación se necesita…
Para innovar en cualquier campo, primero de todo se necesita definir un problema y un propósito frente al mismo. Innovar por innovar no sirve de nada si no tenemos claro qué problema deseamos resolver y a dónde queremos llegar. En ese sentido, por lo que respecta a la educación, los objetivos los debe marcar la comunidad educativa o el docente en sus clases. A partir de ahí, la investigación científica puede resultar de ayuda proporcionando información sobre qué acciones y circunstancias tienen mayor probabilidad de ayudarnos a alcanzar los objetivos que nos hayamos marcado.


¿Qué pueden hacer los profesores para fomentar el deseo de aprender en sus alumnos?
Acostumbramos a pensar en la motivación como algo relacionado únicamente con los intereses de los alumnos, el valor que dan a lo que aprenden. Si les interesa lo que aprenderán, estarán motivados. Si no, nada podremos hacer. Sin embargo, esto no es así. En primer lugar, el interés no solo viene de serie, sino que puede generarse contextualmente. Pero hay un factor aún más importante para la motivación: la confianza que tengan los alumnos en su capacidad de aprender lo que les pedimos que aprendan. Este concepto se llama autoeficacia y es realmente importante para la educación. Mejorar la autoeficacia de los estudiantes promueve su motivación y sabemos que tiene efectos directos sobre sus resultados académicos. Por supuesto, los buenos resultados académicos retroalimentan la autoeficacia. Promover una autoeficacia positiva, por lo tanto, es crucial para poner la rueda en marcha.

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«El interés no sólo viene de serie, sino que puede generarse»


¿Y las familias?
Exactamente lo mismo: dar valor a la escuela y a los conocimientos que en ella se proporcionan, promover el respeto por los docentes, y cultivar una cultura del esfuerzo que entienda los fracasos como parte del proceso de aprendizaje, con el objetivo de fomentar una autoeficacia positiva.


Se habla mucho de la importancia de que los alumnos adquieran conocimientos significativos, ¿cuál es la clave para lograrlo de forma duradera y extensa en el tiempo?
Darles tiempo y múltiples oportunidades para trabajar los mismos conceptos en contextos distintos, con actividades que les «obliguen» a pensar sobre ellos y darles sentido. También ayudaría mucho planificar oportunidades para revisar lo aprendido a lo largo de todo el curso, mediante nuevas actividades en que deban «rememorarlos» y ponerlos en juego.


¿Qué papel cree que juega la inteligencia emocional y educar en emociones a la hora de aprender?
El estudiante exitoso no solo se autorregula, planificando, organizando y monitorizando su aprendizaje, sino que también lo hace a nivel emocional. Esto le permite aplazar las recompensas para realizar las tareas de aprendizaje cuando toca, así como mantener los nervios a raya ante una prueba evaluativa o una presentación en público, por ejemplo.


Cualquier reflexión sobre innovación educativa que nos quiera hacer…
Creo que estamos ante la oportunidad de incorporar el conocimiento científico como parte de los saberes del educador, con el objetivo de fundamentar las decisiones que tomamos tanto en el aula como a nivel organizativo del centro. La ciencia nunca nos dirá qué debemos hacer, pero sí puede orientarnos sobre qué acciones y circunstancias tendrán más probabilidades de contribuir a alcanzar los objetivos que nos planteemos. En combinación con la experiencia personal del docente y su savoir faire, creo que es una información que puede ayudar significativamente en la mejora educativa.

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