Con 1 y 2 años, el aprendizaje se basa en la experiencia directa y el juego, favoreciendo el desarrollo integral de los más pequeños a través de actividades sensoriales, manipulativas y simbólicas.
Durante el primer ciclo de Educación Infantil, que abarca a los niños de 1 y 2 años, el aprendizaje no se da en torno a proyectos como ocurre en etapas posteriores. En su lugar, se prioriza un enfoque fundamentalmente experiencial, es decir, se aprende a través de las vivencias directas, las sensaciones y la manipulación de objetos. En esta etapa tan temprana, el desarrollo integral del niño depende en gran medida de las oportunidades que se le brinden para explorar el mundo que le rodea con todos los sentidos.
Los niños a estas edades están en pleno proceso de descubrimiento. Todo es nuevo: las texturas, los sonidos, los colores, los movimientos, etc. Por ello, el aprendizaje experiencial se convierte en la base de su desarrollo cognitivo, emocional, motriz y lingüístico. A través del juego, la experimentación y la interacción con su entorno, los más pequeños comienzan a construir las primeras nociones de sí mismos, de los demás y del mundo.
Situaciones de aprendizaje
A lo largo del curso, se proponen situaciones de aprendizaje adaptadas al desarrollo evolutivo de los alumnos. Estas situaciones no buscan transmitir contenidos académicos, sino proporcionar experiencias que les permitan avanzar en aspectos fundamentales como la coordinación motriz, la expresión verbal y no verbal, el desarrollo afectivo, la autonomía y la socialización.
En este sentido, se utilizan materiales manipulativos y sensoriales, como masas, telas de diferentes texturas, objetos o materiales sonoros, objetos con texturas diversas como algodón, hojas secas, etc. Estos elementos estimulan los sentidos, fomentan la curiosidad natural del niño y le invitan a interactuar de forma activa con su entorno.
Por ejemplo, una actividad tan simple como jugar con arena o agua puede convertirse en una experiencia de aprendizaje puesto que se trabajan conceptos físicos como el peso o el volumen, se desarrolla la motricidad fina y se potencia el lenguaje al nombrar las acciones o describir lo que ocurre.
Espacios de juego simbólico
Cuentan además con espacios de juego simbólico, como granjas con animales, que permiten a los niños interactuar de forma lúdica y creativa con su entorno. Estos espacios están diseñados para fomentar la imaginación, la curiosidad y la representación de situaciones cotidianas, elementos clave en el desarrollo cognitivo y emocional a estas edades.
A través de este tipo de juegos, los niños no solo se divierten, sino que también aprenden vocabulario en varios idiomas, favoreciendo así el desarrollo lingüístico y la familiarización con la diversidad lingüística.
En todos estos procesos, el papel del educador es esencial, pues es quien debe observar, acompañar y ofrecer propuestas estimulantes que respeten los ritmos individuales y favorezcan la autonomía de cada alumno. Además, aprender a través de la experiencia no solo es adecuado para niños de este ciclo, sino que es una necesidad.