Los bloques de construcción deberían estar presentes en todas las aulas de educación infantil. Jugando con ellos, los niños aprenden una variedad de destrezas que configuran tanto su desarrollo académico como el social.
En el ámbito lógico-matemático, exploran una serie de habilidades y conceptos como contar, clasificar, reconocer y crear patrones, comparar y contrastar. Así mismo, las habilidades kinestésicas finas y gruesas se trabajan a través del juego de construcciones.
Al recoger, apilar y equilibrar los niños trabajan con los músculos pequeños de los dedos y las manos, pero también con aquellos más grandes de los brazos, incluso la espalda y el tronco. Por otro lado, el juego con construcciones fomenta el desarrollo social interpersonal. Cuando grupos de niños juegan con los bloques, aprenden a compartir y trabajar juntos, y a desarrollar habilidades sociales propias del trabajo cooperativo.
Además, la construcción de objetos de la vida real les acerca al juego simbólico. Una característica del ser humano es la capacidad de imaginar algo y luego darle forma, convirtiéndolo en una realidad. Esta capacidad de representación simbólica es un logro fundamental en el desarrollo intelectual del niño.
Construir una torre en equilibrio les permite a los niños experimentar la relación entre causa y efecto. Comprenden cómo se ubican los objetos en el espacio y la manera en que los objetos se ensamblan entre sí, desarrollando la percepción espacio-visual y preparando a los niños para la etapa del razonamiento más abstracto.
Así, las piezas de construcción se convierten en todo un aliado para el aprendizaje de los pequeños, un aprendizaje basado en el juego que desarrolla múltiples habilidades de manera global a la vez que les entretiene.