1. Ser su modelo. No olvidemos que somos un ejemplo a seguir para nuestros hijos, y aunque en ocasiones pueda parecer que somos todo aquello a lo que no se quieren parecer, ¡no caigamos en su trampa!: con nuestro ejemplo les estamos inculcando valores, actitudes, y es la mejor manera de influir en ellos.
2. Respeto. Es fundamental que hablemos a nuestros hijos con el respeto que se merecen y con el mismo respeto que les pedimos que tengan hacia nosotros. Esto mejorará mucho su actitud. Además debemos aceptarles tal y como son y priorizar en aquello que sea “esencial” y darle menos importancia a lo “superficial”.
3. Buscar el momento adecuado. No se trata de hablar cuando nosotros queremos, sino cuando ellos lo necesitan. Si se sienten presionados no conseguiremos el ambiente y situación propicia para la confianza. No es fácil determinar cuándo es ese momento, y por lo general suelen elegir el momento menos apropiado. ¡Aprovechemos esa situación! ¡No la dejemos escapar! Además ellos deben percibir que estamos disponibles para lo que necesiten.
4. Escuchar activamente. No juzgaremos ni criticaremos. Esperaremos a que acaben de exponer lo que quieran decir para después dar nuestra opinión desde la tranquilidad. Debemos cuidar mucho nuestro lenguaje corporal, pues a veces les aporta más información que nuestras palabras. Nuestra postura y gesto facial debe ser de interés y escucha, no de enfado o indiferencia.
5. Expresar con claridad. No nos desesperemos si no nos entienden. Probemos a decírselo de otra manera. Explicar con argumentos y utilizar el razonamiento es necesario en toda comunicación. No nos olvidemos de que no son adultos, aunque ellos intenten demostrarlo continuamente, y están comenzando a desarrollar su pensamiento crítico de manera autónoma.
6. Límites. Aunque establecer los límites a nuestros hijos adolescente a primera vista puede dificultar la relación/comunicación, no olvidemos que son necesarios, que en un futuro los agradecerán y que en el presente son indispensables para ellos, para guiarles en su desarrollo. Un adolescente sin límites acabará demandándolos, seguramente de la manera menos adecuada: llamando la atención, con situaciones que nos saquen de nuestras casillas… Los límites han de ser claros y deben adecuarse a su situación personal.
7. Utilizar un lenguaje positivo. Nuestras palabras hacia ellos han de ser siempre constructivas, llenas de aliento, de confianza, de seguridad y de esperanza. Todos necesitamos una dosis positivismo. Olvidemos expresiones como “Estoy harto de ti”, “Eres incapaz de hacerlo”, “Aprende de tu hermano”, “Me matas a disgustos”…
8. Expresemos nuestros sentimientos. Es posible que su demanda sea la contraria: “mamá, papá, no seas pesado”, “no me des un beso…” Hay muchas maneras de expresar nuestros sentimientos y emociones, busquemos las más adecuada.
9. Estar de buen humor. Es una herramienta muy valiosa que favorece la creación de vínculos afectivos. Además de ayudar a percibir las situaciones desde otra perspectiva, evita las tensiones.
10. Confianza. El requisito de toda comunicación es la confianza. Pero la confianza debe ser recíproca. Aunque nos parezca arriesgado, confiemos en ellos y entonces llegará la confianza hacia nosotros. Cuidemos mucho las consecuencias: si conseguimos que nos cuenten algo que puede traer consecuencias negativas por nuestra parte, valoremos también su iniciativa y pensemos que si las consecuencias son muy extremas, no volverán a confiar en nosotros.